18 de septiembre de 2006

El Cuaderno de "Quejas y Contentos"

Para explicar qué eran los «cuadernos de quejas», Cósimo dijo: «Probemos a hacer uno.» Cogió un cuaderno de escuela y lo colgó del árbol con un cordel; cada uno iba allí y apuntaba las cosas que no marchaban. Surgían quejas de toda clase; sobre el precio del pescado los pescadores, y los viñadores sobre los diezmos, y los pastores sobre los límites de los pastos, y los leñadores sobre los bosques comunales, y luego todos los que tenían parientes en la cárcel, y los que habían conocido la tortura por algún delito, y los que la tenían tomada con los nobles por asuntos de mujeres: nunca se acababa. Cósimo pensó que aunque era un «cuaderno de quejas» no estaba bien que fuera tan triste, y se le ocurrió la idea de pedir a cada uno que escribiese la cosa que más le habría agradado. Y de nuevo cada uno iba para decir la suya, esta vez todo para bien: unos hablaban de la hogaza, otros del potaje; unos querían una rubia, otros dos morenas; a uno le habría gustado dormir todo el día, a otro ir a buscar setas todo el año; uno quería una carroza con cuatro caballos, otro se contentaba con una cabra; uno habría deseado volver a ver a su madre muerta, otro encontrarse con los dioses del Olimpo: en suma, todo cuanto hay de bueno en el mundo era escrito en el cuaderno, o, a veces, dibujado, porque muchos no sabían escribir, o incluso pintado a colores.

Italo Calvino - El Barón Rampante

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